FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
Pero progresivamente, esas familias han visto cómo la pesadilla se acerca de nuevo a sus vidas por el ingreso de paramilitares en nuestro país. Soterradamente, éstos fueron infiltrándose con la complicidad de gobiernos regionales y municipales de ultraderecha que se habían enquistado en estados fronterizos claves como Zulia y Táchira. Instalaron sus mafias (disfrazadas frecuentemente de empresas aparentemente lícitas) de delincuencia y terrorismo, de narcotráfico, secuestros, sicariatos y extorsión. Llegaron para convertirse en el brazo armado de los planes de la ultraderecha interna y externa que intenta acabar con el movimiento bolivariano, de justicia social y soberanía, y de integración latinoamericana que emprendimos con Chávez. Guarimbas, bachaqueo, acaparamiento, violencia inducida en las colas de compradores, contrabando de productos subsidiados, ataque a nuestra moneda, no son sino expresiones de esa guerra.
Con un escenario político diferente, patriota, en la frontera, llegó la hora de actuar, y así lo estamos haciendo con la dirección y voluntad del Presidente Maduro. Tan afectada ha sido la gente de bien que vino a buscar refugio en nuestro país, como los venezolanos. Mal pueden acusarnos de violar los derechos humanos de quienes han sido nuestros hermanos en la hora de angustia, y a quienes hemos acogido en su carácter de víctimas de la guerra nacida de la injusticia social. No por azar, el 85% de los desplazados colombianos están en nuestro territorio.


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