Irreductiblemente, creemos en la vida y en el bien para todos
martes 13 de octubre de 2015
La tragedia diaria de centenares de miles de familias que, forzadas por los horrores de la guerra, abandonan sus hogares en sus países del Medio Oriente, Asia Central y Norte de África, es una demostración de cuánta razón tenía Mahatma Gandhi al decir que la paz es el único camino a transitar como Humanidad para resolver las contradicciones y avanzar.
Debería ser imposible que un espíritu sano permanezca inconmovible ante las imágenes que vemos a diario, de gente como nosotros, con su derecho a la vida cercenado por el terrorismo y la ambición de poder, forzadas a enterrar a sus jóvenes y a llevar para siempre la carga del miedo.
Las dimensiones de la tragedia crecen día a día. Tan sólo el año pasado, más de 3 mil personas se ahogaron en el mar Mediterráneo tratando de llegar a Europa. En la tierra firme del Viejo Continente, cada día se suman centenares y al final de año serán miles de miles las almas que suplican o luchan por un espacio para sobrevivir.
El origen de tanto horror no es ni casual, ni un castigo divino. Nace de un grupo de poderosos armados desmesuradamente ávidos de las riquezas naturales y recursos energéticos del resto del mundo. Esa ambición patológica diluye lo noble y enmudece al espíritu y también a algunos miembros de organizaciones internacionales cuya existencia debe ser, precisamente, a la búsqueda del equilibrio y la paz internacional.
Pero la Humanidad está destinada a evolucionar, así lo demuestra la historia. Venezuela, gallarda, heroicamente, dedica todos sus esfuerzos como nación a garantizar la paz como la vía por donde deben transitar todos los procesos para dirimir diferencias. Sentimos los dolores de la guerra del hermano país colombiano, y por ello ayudamos en cuanto nos compete a que llegue a su fin el conflicto; y por el Oriente, vamos con fuerza e inteligencia a resolver por la vía diplomática y definitivamente una acreencia que la política internacional tiene pendiente con nosotros, en el Esequibo. Irreductiblemente, creemos en la vida y en el bien para todos.
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